LA CRUZ DE LOS FAMILIARES

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En unos días se celebrarán las Cruces de Mayo una fiesta religiosa que se vive con fervor, pero no por el significado que tiene porque, probablemente, muchas personas lo desconozcan.
Esta fiesta se celebra en los rincones más emblemáticos de nuestra ciudad.
Para muchos, la diversión está garantizada porque relacionarse con los amigos, bailar y compartir un rato agradable siempre vienen bien.
Esta fecha tan señalada igual que otras como la navidad, los cumpleaños, las comuniones, las bodas son eventos donde reina el alcohol y donde parece que, por obligación, todos tienen que beber porque no se entiende este tipo de celebración si no hay alcohol y socialmente está bien aceptado.
Para los familiares de las personas adictas al alcohol estos días se convierten en un auténtico calvario, temen que lleguen estas fiestas, al tiempo que desean que pasen pronto. Son los familiares que sufren en silencio la falta de autocontrol de su marido, de su esposa, de su hijo o hija que llegan a casa en un estado deplorable y cuyas consecuencias las viven en la soledad de su hogar.
Los familiares están preocupados, sienten vergüenza, miedo porque no saben cómo reaccionarán por haber consumido cantidades de alcohol que no benefician a nadie, ni a quien se lo toma ni a quienes conviven con personas con problemas de consumo abusivo de alcohol.
Los familiares también sienten impotencia por no saber qué hacer con esa persona que no reconoce que bebe demasiado y que su comportamiento es diferente cuando está bebido y, por supuesto, no admite que necesita ayuda.
Si no que se lo digan a las madres con hijos o con hijas que vuelven en estas circunstancias a su casa y a altas horas de la madrugada, aún sin necesidad de que se celebre una festividad concreta sino cualquier fin de semana porque el consumo desmesurado de alcohol se ha convertido en una práctica habitual entre nuestros jóvenes.
Cuántas noches sin dormir, cuántas veces habrán pensado cómo vendrá y qué pasará, por qué se habrá llevado la moto o el coche, qué hago con él o con ella. Estas situaciones se convierten en una obsesión para los familiares, hasta el punto que se olvidan de ellos mismos para volcarse en exceso en esas personas que son enfermas aunque no se les vea enfermas. Aquí es donde comienza la auténtica carga de una cruz que, por desgracia, le acompañará durante muchos años y durará hasta que la persona adicta comprenda que necesita un tratamiento.
A todos estos familiares quiero decirles que la única forma de prevenir la cruz de este calvario es hacer un uso moderado del alcohol para que la diversión sea el centro de la fiesta y disfruten de los buenos momentos en compañía sin temer las terribles consecuencias de tener un enfermo alcohólico o una enferma alcohólica dentro de su hogar.

No permitamos que el alcohol sea el rey de ninguna fiesta…..

Luis Miguel Márquez Cayuela
Presidente ALAC

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